Manifestos

Este año se cumplen 10 años del Foro de las Artes organizado por la Universidad de Chile. La instancia busca poner en el centro la creación artística, explorando a través de muestras de proceso, exhibiciones de obras e instancias reflexivas, distintas metodologías creativas y discursos que interpelan el sentido del arte en la sociedad. Durante las nueve ediciones anteriores, hemos experimentado transformaciones políticas y sociales relevantes, en un contexto propicio para pensar el arte desde una problematización histórica, a partir de prácticas simbólicas significantes dialogando con los discursos sociales en curso. ¿Qué hacer en el arte, cómo y con qué fines? ¿Dónde comienzan y derivan los procesos creativos contemporáneos? ¿Qué distancia con el entorno refieren las creaciones situadas y cuál es el desplazamiento de las y los creadores en este proceso?

El trayecto histórico desarrollado por el Foro comprende una noción activa del arte, así como responder a la interrogante sobre su producción y proyección en la actualidad. La creación artística constituye un proceso con diferentes momentos disruptivos en los últimos años, los cuales, vistos en perspectiva en este recorrido del Foro de las Artes, nos permite observar instancias emergentes, procesos de memoria, ejercicios proyectivos, discursos y formas que han dado sentido a una realidad convulsa y de transformación acelerada. De esta forma, hemos desarrollado líneas temáticas de diversa índole, con particular énfasis en acentuar preguntas relativas a la relación entre creación artística y contexto socio-histórico, tratando de expresar cómo el arte piensa y crea obra a partir de su vínculo con el estado socio-cultural en que se insertan las creaciones. 

El Foro de las Artes reivindica la posición política que las artes y la cultura tienen en la sociedad chilena, en las instituciones universitarias y en el devenir nacional. La relevancia de las artes en el presente se funda en la premisa epistemológica en la cual se las considera como una forma de conocimiento y un recurso en los emplazamientos discursivo-sociales. El arte es una práctica y un discurso, consolidándose paulatinamente en las estructuras políticas y sociales, lo cual ha permitido una mayor visibilización de sus resultados, así como una mayor exigencia por sus “responsabilidades” éticas y políticas que parecieran obligar a la justificación de su quehacer, desde la sobrevivencia a formularios y estructuras en que se otorgan financiamientos o razones de existencia, pasando por la atención que puedan obtener en los espacios masivos de comunicación. 

En este devenir, experimentamos una valoración sostenida de la noción de “procesos creativos”, así como también la entronización del “proyecto”, en tanto constituyen dos formas de conceptualizar la creación artística como modo de operación, pero también de justificación: su promesa de realización establece su validez. Ahora, esta forma de conocimiento, que opera de manera práctica en el espacio del “ensayo” o la experimentación y también teórica (en el terreno de lo simbólico), conduce inevitablemente a la obra, en tanto requiere de ella para poder legitimarse como proceso. En ese sentido, obra y proceso son interdependientes en su consecución lógica y en su finalidad epistémica, se requieren como organismos en simbiosis: el proceso interpela constantemente a la obra en su quehacer. Cuando la obra se cierra en sí misma anunciando su apertura hacia un público, permite abrir un nuevo diálogo con el proceso a partir de su auto-consciencia como creación, ahí donde el proceso vuelve a emerger como causa y razón de la obra. 

Esta sinergia entre obra y proceso ha caracterizado a la creación artística de los últimos años, en particular la que está vinculada a instituciones de educación, centros culturales e instituciones varias que se dedican a la producción y difusión de arte, en especial aquel arte experimental que busca difuminar sus contornos y establecer puentes con otros campos del conocimiento, explorando formas y metodologías de producción y difusión que desafíen lo normativo. En el espíritu de seguir esa exploración que constituye un punto de encuentro entre práctica artística y discurso social es que queremos abordar la pregunta por la obra y, en particular, tres preguntas que nos parecen relevantes: ¿Qué entendemos por obra? ¿Cómo la entendemos en su relación con el proceso? ¿Qué tipo de obra interpela políticamente a la sociedad? Esas interrogantes exploran dos dimensiones: la que ya comentábamos, en relación a la simbiosis entre obra y proceso y, a modo de cuestionamiento político, levantar dos preguntas esenciales: ¿qué hacer? y ¿cómo hacerlo?

Con el título de Manifiestos, presentamos este año una línea temática que queremos que impulse y motive prácticas artísticas que se hagan estas preguntas, considerando además un contexto donde el debate respecto al lugar que tiene el arte en la sociedad del conocimiento ha abierto diversas conversaciones sobre su devenir, su futuro y cómo se ubica en una economía de imágenes donde la viralización se ha transformado en el sino de su existencia. En un contexto de dificultades económicas y complejidad social, la creación artística se ha transformado en una suerte de ejercicio de resistencia constante, que a su vez exige a los y las creadoras competir por un espacio en el campo de la circulación de símbolos. Esto ha generado, en línea con perspectivas filosóficas en boga en torno al aceleracionismo y la fase actual del capitalismo avanzado, un pathos epocal caracterizado por el agotamiento, en tanto posibilidad política (no poder imaginar un mundo distinto al del capitalismo), económica (la dificultad de continuar con un modelo capitalista rentista en un contexto de crisis ambiental y el agotamiento social que implica producir para un futuro incierto) y cultural. Ante eso, la idea de un realismo político-estético que devuelva la pregunta a la técnica y cómo ésta produce significado en un contexto arrebatado y copado de imágenes, sonidos y diversos impulsos sensoriales que demandan nuestra constante atención como consumidores sumidos en la aporía, resulta necesaria. 

Frente a esto proponemos una suerte de giro estético: un regreso a la obra, re-enfocar la creación en la condición de obra, hacerla explotar en función de los procesos, reconociendo su riqueza colaborativa y epistémica (el momento del proceso es la principal instancia donde la creación “existe desde la interpelación y diálogo de los cuerpos en un tiempo y espacio determinado”), pero a la vez preguntándonos: ¿para qué hacemos esta “obra”? ¿Cómo defino su condición en el tiempo y espacio en que se realiza y/o proyecta? ¿Qué podemos interpelar sobre el sentido del arte, cuando la obra levanta el puente mágico entre creadores/as y público?

En un contexto donde ya es muy difícil, sin polémica mediante, definir qué es lo contemporáneo en el arte, o qué es lo artístico en una ecología visual donde la imagen ha terminado por fagocitar su sentido, debido a su circulación excesiva, resulta interesante volver a estas preguntas, impulsadas además por la condición (hiper)medial en que vivimos, donde el medio se ha transformado en la condición de sentido formal y discursivo de la obra, acentuando el momento de la “mediación” (tanto a nivel del medio mismo, como de los espacios donde se realizan las mediaciones entre creador/a, obra y público), como la consolidación de un modo contemporáneo de comprensión y desarrollo artístico.