Memorar al porvenir

Foro de las Artes 2023 – 12 al 28 de octubre

Los acontecimientos posteriores al estallido social en Chile, confinamiento y pandemia mediante, parecen una larga serie de réplicas políticas con sus respectivos vaivenes electorales, como la radicalización del debate público acompañado de la profundización en la crisis de legitimidad de las instituciones tradicionales. Al ensueño del levantamiento popular y las propuestas refundacionales que cambiarían de manera definitiva el rumbo del país, le han seguido el ascenso de las posturas antidemocráticas, las fake news y el borramiento de los otrora “acuerdos transversales” en medio ambiente, equidad de género, reconocimiento constitucional de pueblos indígenas, entre muchos otros temas.

Vivimos tiempos de disensos extremos, del agotamiento de las hegemonías históricas, así como de la ausencia de proyectos políticos alternativos o propuestas de futuro. En un año particularmente sensible para la población, a propósito de la conmemoración de los 50 años del golpe cívico-militar, los llamados a hacer memoria histórica por las violaciones a los derechos humanos, las graves secuelas sociales, culturales y económicas de la Dictadura y que aún lastran nuestra sociedad, se ven enfrentados a una realidad compleja, con un proceso de cambios políticos trunco, una exacerbación del individualismo y el abandono repentino de discursos colectivos o de destinos compartidos. A 50 años del Golpe, parecemos igualmente divididos, transitando tiempos de nuevas confrontaciones y el abandono de la razón. Como una herida que no cicatriza del todo, el objeto y sentido de la conmemoración constituye una búsqueda de sentido en un presente que lidia con un pasado no resuelto, pero del cual tiene que hacerse cargo con todas sus contradicciones, avances y retrocesos, en pos de proyectar un futuro que no vuelva a repetir las atrocidades del pasado.

Por tanto, el sentido de conmemorar conlleva en su acción múltiples formas de abordar el ejercicio de enfrentarse a la memoria, muchas de ellas simultáneamente: la reivindicación de justicia, la reconstrucción del tejido social, una pedagogización política en torno a los errores del pasado, una estetización epocal que inspire transformaciones en el presente, etc. En específico, que sean 50 años también le entrega una potencia simbólica importante: es medio siglo de carga histórica, lo que permite darle una perspectiva institucionalizada junto a una cierta distancia de análisis, pero a la vez un sentido de urgencia y arrojo frente a la necesidad de construir un relato que no solo haga justicia a la historia, sino que también se engarce con un presente que pareciera buscar nuevos discursos para entender el pasado. Una suerte de respuesta frente al olvido que no caiga únicamente en los romanticismos o las consignas, sino que permita contemporaneizar la memoria, darle vida y fuerza en un momento presente cuyas complejidades sociales y económicas han terminado por transformar la esperanza en sobrevivencia. Es hacer una memoria activa y viva, disruptiva frente a los discursos acomodaticios y propositiva en su facultad de imaginar y construir futuro, que habilite puentes de recuerdo y a la vez proyecte visiones del porvenir. Frente a eso, la creación artística apuesta por ser una suerte de pequeño demiurgo, que forje nueva vida a partir de las manifestaciones de la memoria individual y colectiva, como esperanza y lucha por un mejor vivir. En este escenario, la crisis como condición contemporánea se ha instalado como el sino de esta época, producto no solamente de los convulsionados años que hemos vivido como país, sino también apuntalado por el desarrollo de tecnologías que han desafiado los modos y límites de la creatividad humana, atestando el debate público de interrogantes en torno a la condición de la creación: qué creamos, por qué creamos, y para qué creamos. En relación con la pregunta por la memoria y cómo traerla viva al presente, la creación artística es un catalizador de símbolos, discursos y sentidos sobre lo humano, desde sujetos poseedores de una memoria individual y también colectiva; única y a la vez vinculada a un contexto donde pasado y presente concilian un sentido de pertenencia y diferencia, de reunión y disputa, al calor de una memoria que excede sus contornos y demanda un nuevo acercamiento. Las prácticas creativas son una posibilidad de crear futuro desde una memoria que la reactive, como un crisol que encienda la imaginación desde el calor de las prácticas.

En este contexto, la fuerza de la creación artística emerge con su poder simbólico característico, su interpelación a lo común y vacío, su activación en un presente de asombros, miedos, interrogaciones. Las prácticas artísticas se constituyen desde la inconformidad de hablar de lo no dicho, de repetir lo no escuchado con atención. La libertad crítica de las artes dialoga con las generaciones presentes para transitar por derroteros distintos a los que llevaron a la dictadura. La creación artística interpela a la indiferencia, la ignorancia por los crímenes cometidos, y se suma a las acciones que harán posible la memoria sin vacíos ni mediaciones. La creación artística es memoria y es construcción de futuro, de ejercicios de ensayos y de imposibles, de prácticas colectivas y sentidos comunes. En tiempos de incertidumbre, de crisis institucionales y sociales, de ampliación en las interrogaciones, la creación artística indaga en espacios no visitados en la memoria, construye propuestas que trascienden la necesaria militancia del recordar por un ejercicio de reconocimiento y proyección. Los espacios artísticos configuran las nuevas cartografías de nuestras sensibilidades en estos tiempos sinuosos y conflictivos, de convivencia con discursos catastróficos o de fantasías nostálgicas de retrotraernos a sociedades “tradicionales”.

La producción de arte se encuentra en un periodo de activación, lejos del periodo de recogimiento y reflexión del confinamiento global. Su reactivación ha significado que cobren sentido nuevamente demandas históricas que fueron parte de la narrativa común del estallido social. Será presumiblemente un tiempo de renovación en las manifestaciones públicas de diferentes grupos sociales, será también la convergencia entre las demandas de las nuevas generaciones, con los pedidos de respeto y memoria que declaran las generaciones que les tocó sufrir directamente con la dictadura militar. El campo de trabajo del arte actual parece convivir con esa disyuntiva de las luchas reivindicatorias de múltiples causas, al mismo tiempo que afronta la exigencia de superar su tradición.

Es momento entonces del despliegue de las prácticas, de promover la experimentación, el riesgo, los desajustes. De convocar a las relaciones horizontales que se generan en los espacios de intercambio artístico, en los debates que involucran a agentes de diferentes ámbitos del sector cultural, de dialogar de lo imposible e impensado, de tensionar nuestras memorias y nuestros deseos respecto del futuro de nuestras comunidades, de seguir emancipando sensibilidades y visiones críticas. Es tiempo de desplegarse en la polifonía del saber artístico y el ejercicio de su libertad crítica.

Bajo el título “Memorar al Porvenir”, la apuesta de la línea temática del presente año es articular memoria y proyecto; pasado y futuro como un espacio imaginario donde se funden distintas realidades sociales y culturales, estallando en torno a la búsqueda de múltiples manifestaciones creativas, y así avanzar en la construcción de múltiples sentidos, celebrando tanto la diversidad como lo común en nuestras sociedades, catalizando modos de convivencia que combinen lo crítico con la empatía. Permitir desde la imaginación modelar espacios de encuentro que vean en la disrupción creativa, formas posibles del futuro.